La autora: Carmen Agüeras

Soy Carmen Agüeras (Zaragoza 1973). Supe desde muy pronto que leer es una forma de vivir vidas que no son la tuya, conocer sitios que solo están en la imaginación de quien los escribió, y que en los libros no hay ataduras ni barreras. Esas solo están en la vida real y, a veces, es porque las creamos nosotros mismos.

Mi vida profesional se fue hacia el Derecho, donde también hay que leer mucho, aunque cosas en general menos divertidas. Una vida profesional que me gusta mucho y en la que aprendo mucho también. Pero, a la vez, esas vidas y sitios que no eran los míos empecé a imaginarlos yo, y a plasmarlos sobre una hoja de papel o una pantalla.

Reconozco mi debilidad por los cuentos infantiles porque, hablando de barreras, ahí os aseguro que no hay ninguna en absoluto, porque ni siquiera algo tan tozudo como la fuerza de la gravedad tiene por qué actuar. De hecho, un niño siempre espera que, en un cuento, pase algo misterioso que evite que algo valioso se rompa contra el suelo si se cae.

En la novela, sin embargo, he respetado las barreras físicas, en serio… Pero no he abandonado esa debilidad que os decía, y veréis que se nota de vez en cuando. Es que me parece que a los adultos, sin duda, nos hacen falta más cuentos.

Y en la solapa de la novela…

Carmen Agüeras Angulo (Zaragoza, 1973) es licenciada en Derecho por la Universidad de Zaragoza y letrada de las Cortes de Aragón.
Su mundo profesional está vinculado al Derecho y a la vida política de la Comunidad Autónoma aragonesa. Sin embargo, enamorada de la lectura desde muy pequeña, ha escrito desde siempre, como afición y necesidad vital.

Zaragozana convencida y con un apasionado punto turolense, se ha decidido a dar el salto desde el cuento infantil y el relato corto, hasta ahora dedicados a su ámbito más próximo, a la novela, y con El azar es solo una parte ha aterrizado en el mundo editorial.

Con este primer libro, espera que otras personas puedan sentir la perspectiva positiva y optimista con la que ella vive la literatura, y aprender el truco, más fácil de lo que a simple vista puede parecer, de ser capaz de sonreír todos los días.