Hacía muchos años que no escribía carta a los reyes magos. Supongo que cuando uno crece piensa que está ya un poco por encima de la magia, y se la plantea solo en plan condescendiente, para los pequeñines que tiene alrededor.

Sin embargo, tengo claro que hay determinadas cosas que solo pueden hacer los reyes magos. Son cosas sumamente necesarias para que la humanidad sea rematadamente feliz. Cosas que solo con la intercesión de un súper jefe (o, mejor aún, de tres súper jefes) pueden lograrse. Ni todas las organizaciones de consumidores y comunidades de vecinos, juntas, podrían conseguirlo, y eso que acojonarían muchísimo, la verdad.

Ahí van mis peticiones (creo que he sido bastante buena, así que espero que me hagan caso):
– Primera petición:

Que acaben por fin determinadas contradicciones que, si te pillan con las defensas bajas, pueden alterar el resto de tu vida. La verdad es que con esto van a tener trabajo.

Ejemplo claro: tanga de Hello Kitty o de Minnie Mouse. No, no, y no. Las palabras “tanga” y “Minnie” NUNCA, JAMÁS, deben ir juntas en la misma frase. Tampoco es buena idea si el tanga es de florecitas o rayitas de colores pastel, porque sigue siendo contradictorio con enseñarlo casi todo, pero eso es una contradicción menor con la que cualquiera puede sobrevivir sin intervención de la realeza.

Otro ejemplo: ensalada con mandarina, uva, naranja y frutos rojos como primer plato. Eso NO ES una ensalada. Eso ES un postre. La lechuga despista, pero no es suficiente para ocultar la verdadera naturaleza del camuflado entrante. Naturaleza de macedonia.

Otro ejemplo: música de Pitbull en una tienda de regalitos. Fatal. De David Guetta en un supermercado. Fataaal. En el primer caso, todo lo que veas, desde un reloj de pared a una cajita con un dibujo de un muñeco de nieve, tendrá un culo bastante grande. Y teticas. Y te dará cosica comprarlo. En el segundo, la gente hará acopio de hidratos de carbono para poder aguantar toda la noche de marcha y no comprará marisco, ni siquiera langostinos pequeñitos o almejillas, que caben más por el mismo precio, pero no dan mucha energía.

– Segunda petición:

Que el pollo Pepe haga algo más que comer. Ya ha llegado a ser tan grande como su mamá. BIEN. Es hora de pasar a un estadio superior. Que pruebe a visitar los planetas de El Principito. Es solo una sugerencia. De paso, pido el retorno del doblaje original de las pelis de Disney de mi generación. Maléfica ya no da nada de miedo. “Una selva de mortales espinos será tu tumbaaaa”. Eso sí que daba miedo. Ahora parece que esté mandando un erizo despeluchado a asustar al príncipe. Un desastre.

– Tercera petición:

Que la hora del aperitivo (aquí recojo una petición popular) alcance la categoría de derecho fundamental para el trabajador. Un jefe no podrá despedirte si hay por medio un vino y una tapa, elementos jurídicamente indeterminados, pero de carácter claramente irrenunciable. Y si es una croqueta, y, encima, buena, ya alcanzaría la categoría de derecho universalmente protegido, tan inviolable como el territorio de una embajada. Y si es de jamón, como dos embajadas.

– Cuarta petición:

Que la gente adquiera el don natural de traducir el predictivo de los móviles y las reinterpretaciones de sus altavoces. Más que nada para evitar escribir cuatrocientas veces el mismo “quedamos en la cafetería” porque te ha puesto “queramos, queremos, petemos, curamos, restamos, molamos” en la “carnecería, carretera, carteleria, carta feria”, y para que dé lo mismo mandar “besugos” a la gente en lugar de “besicos”, si puede ser.

“Ests anio he dudo muy biela y quieto q m tarifas” significa “este año he sido muy buena y quiero que me traigas”. Lo digo por si se instaura el whatsapp en próximas ediciones de la noche de reyes. Para “predictivo” te suele poner “delictivo”. Umm, por algo será.

Y, en fin, hay muchas más cosas que requieren un poder sobrehumano para solucionarse, pero no es cuestión de pasarme, que los reyes tienen mucho que hacer. Si soy buena otros años, ya pediré más cosas. Y si no lo soy, pues, oye, suerte que habré tenido.